La obra Y (2003) marca el acceso a la exposición del visitante. Se trata de una escultura en forma de Y que obliga al espectador a elegir entre dos salidas. El visitante avanza por una pasarela rodeada de círculos de luces intermitentes que, en un momento dado, se bifurca. El movimiento de las luces cambia según el camino elegido. La espiral luminosa atrae o repele al visitante y le obliga a decidir si desea seguir el movimiento de los anillos o resistirse a él. La obra provoca, desde el primer momento, una sensación de desorientación que la presencia de espejos al final contribuye a reforzar.