Sobre una mesa vemos un despliegue uniforme de piezas de cerámicas, coloristas y bellamente realizadas. Atrayentes e increíblemente táctiles, pareciera que los objetos han sido diseñados para ajustarse perfectamente a la mano. Vistos de cerca, lo que pensábamos eran unos pequeños recipientes de apariencia inofensiva resultan ser vaciados de granadas de mano, la representación de unos instrumentos concebidos para destruir y mutilar.
Se trata de una obra muy característica del recurso formal de Mona Hatoum al lenguaje del minimalismo para reflexionar sobre la violencia interna o latente de la sociedad de nuestro tiempo. La neutralidad de la mesa —un anodino mueble de oficina— nos recuerda también una exhibición de alijos policiales o de evidencias forenses. Jugando con la representación, la artista parece también evocar al arte tradicional de la naturaleza muerta, con su fruta cortada, sus flores y sus animales muertos.