JOÃO ONOFRE
Lisboa, Portugal, 1976
Ghost, 2009/2012
Vídeo HD, color, sonido
14’04’’
Edición 5/6
A lo largo de las últimas dos décadas, João Onofre ha venido desplegando un corpus de obra basado, ante todo, en el dibujo, el sonido y el vídeo. La mayor parte de su trabajo en este último medio documenta unas acciones escenificadas en los límites del absurdo, con un deliberado trasfondo existencial, que proponen una mirada humorística, que no frívola, sobre la condición humana.
Para esta obra en concreto, Onofre eligió ubicar una palmera tropical, no muy común, en una especie de balsa, en lo que podría recordar un velero o una isla desierta en los trópicos, playas arenosas incluidas, aguardando su Robinson. Luego filmó la navegación, Tajo abajo, de la «isla»: una presencia evanescente, o espectral, navegando junto a la ciudad de Lisboa y bajo sus dos puentes emblemáticos, para desvanecerse después, tras alcanzar el delta del río, por el horizonte durante la puesta de sol. La incongruente nave, evocadora de extrañamiento o mudanza, surca, de hecho, una ruta de navegación de gran tráfico utilizada tanto por buques mercantes como por embarcaciones de recreo, rodeada de riberas densamente pobladas. Su movimiento constante sugiere también huida, una huida interpretable como metáfora de migración, o la singularidad del ser humano en mitad de la multitud. Pero la palmera puede asimismo interpretarse como símbolo de ese paraíso remoto situado en una isla, lejos de la cotidianeidad, que comúnmente asociamos con placer y diversión. Sin embargo, el movimiento constante de esta peculiar embarcación podría estar también sugiriendo que el Paraíso es un objetivo móvil, y de ahí la dificultad, cuando no la imposibilidad, de alcanzarlo.
El sonido es un elemento importante en esta obra, algo, por otra parte, habitual en el trabajo de Onofre. En este caso, parece haberse captado a bordo de esa «isla a la deriva» y funcionar como testimonio de su movimiento por el paisaje. Al aproximarse a los puentes, aumenta el ruido los automóviles y los camiones que los cruzan, para disminuir después al proseguir el viaje y llegar prácticamente a un silencio total al perderse el navío en el horizonte.