Y como todos los cuentos, este también tiene su final. Y el final es esta maqueta.
Cuando ya Calder tenía 78 años le llamaron de Holanda, de un museo que tenía muchas esculturas al aire libre. Querían una suya. Calder se entusiasmó con la idea, así que junto a su mujer, Louisa, se subieron a un avión y fueron hasta allí.
Visitaron el museo y Calder decidió qué obra quería hacer. Regresaron a casa y allí creó la maqueta que envió al director del museo. A partir de ese momento tenía que esperar la llamada en la que le dijeran que sí o no a crear esa escultura.
Días más tarde la escultura podía hacerse, así que el director llamó a Calder pero él ya no estaba, había muerto. Su mujer le dio la triste noticia y esta maqueta quedó en el Museo como recuerdo del último sueño no cumplido del artista.
Y colorín, colorado…
Nunca dejéis de soñar porque en los sueños es donde nacen todas las historias de nuestra vida.
Muchísimas gracias por haber venido. ¡Os esperamos pronto!
Centro Botín
Muelle de Albareda s/n,
Jardines de Pereda
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