Y ya llegamos al final de su obra y por lo tanto de sus días. Si recorres la sala hacia la derecha descubrirás piezas de una serie llamada Los Homúnculos, de las pocas con nombre propio. Existen dos teorías sobre la temática de la misma: hombres mutilados por lo que se denominó La Paz de Franco (postguerra) dentro de su línea más reivindicativa; o cuerpos humanos momificados de la cultura guanche, si la miramos bajo los ojos del Millares arqueólogo. Sea como sea tú puedes decidir qué versión te interesa más.

Continúa en la misma dirección y descubrirás un nuevo punto de inflexión en su obra que tiene que ver con un nuevo descubrimiento. Gracias a una exacerbada curiosidad y pasión por los viajes, la arqueología, la antropología y la aventura, viaja al Sahara en 1969 con su mujer y unos amigos. Allí la luz penetra por sus ojos e invade su interior. A partir de ahora reina el blanco, los textos, las formas algo más dulces y la luz. Por fin la encuentra y no la abandona hasta el final de sus días. Durante su viaje dibuja y describe, a través de sus escritos y poemas, animales nunca vistos hasta ahora, saharauis, paisajes… ¿eres capaz de identificarlos?

La escritura está cada vez más presente en su obra y finaliza sus días tras dibujar la última serie cuyo nombre describe el impacto que le ocasionó ver a Mussolini y su familia colgados en la plaza de Loretto de Milán.

Manolo Millares, el artista explorador o el explorador artista, nunca lo sabremos, muere en 1972 a causa de un tumor cerebral. Lo que sí sabemos es que tras de sí dejó una reflexión valiosa que hoy, y para finalizar, compartimos contigo:

“El arte no debe serlo porque agrade (que no andamos en tiempos de buenas digestiones ni de reír por tonterías), sino porque más bien duela rabiosamente… El arte no puede ser el cómodo asiento de lo intangible, sino el camastro pavoroso de los pinchos donde nos acostamos todos para echarle un saludo intemporal a la aguardadora muerte”.
Muchas gracias por tu tiempo. Esperamos volver a verte pronto.