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EL CENTRO BOTÍN ULTIMA LA INAUGURACIÓN DE MARUJA MALLO: MÁSCARA Y COMPÁS. PINTURAS Y DIBUJOS DE 1924 A 1982, LA RETROSPECTIVA MÁS COMPLETA DE LA ARTISTA HASTA LA FECHA
- Coproducida con el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y comisariada por Patricia Molins, miembro de su Departamento de Exposiciones Temporales, presentará más de noventa pinturas, además de dibujos que trazan toda su carrera: desde el realismo mágico de sus primeros años hasta las configuraciones geométricas y fantásticas de sus últimas obras.
- Incluye obras de colecciones como el MNCARS; el Art Institute of Chicago; el MNAM Centre Georges Pompidou, en París; el Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo, en Uruguay; el Museo Benito Quinquela Martín y el Museo de Arte Latinoamericano, ambos en Buenos Aires; el Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo, en Santa Fe (Argentina); la Asociación Colección Arte Contemporáneo – Museo Patio Herreriano, en Valladolid; el Museo Provincial de Lugo, así como de otras importantes colecciones particulares -nacionales e internacionales- que permiten un completo análisis de la trayectoria de la artista.
- Como parte del compromiso del Centro Botín por ofrecer nuevas perspectivas sobre los grandes maestros del siglo XX, esta exposición cuenta con documentos, fotografías y escritos de la propia artista conservados en el Archivo Lafuente, entre otras colecciones, que muestran su proceso de trabajo y su contexto teórico, además de recoger la extraordinaria difusión que su obra encontró entre sus contemporáneos.
El Centro Botín inaugura su calendario expositivo con la muestra “MARUJA MALLO: Máscara y compás. Pinturas y dibujos de 1924 a 1982”, que presentará más de noventa pinturas, además de dibujos que trazan toda su carrera: desde el realismo mágico de sus primeros años hasta las configuraciones geométricas y fantásticas de sus últimas obras. Del 12 de abril al 14 de septiembre de 2025, en la segunda planta del centro de arte de la Fundación Botín en Santander, el visitante podrá descubrir esta exhaustiva retrospectiva de la que fuera una de las figuras más destacadas y singulares de la Generación del 27, el importante grupo de artistas y escritores establecido en Madrid y del que formaron parte Rafael Alberti, Salvador Dalí, Federico García Lorca, Luis Buñuel, la escritora Rosa Chacel y la filósofa María Zambrano.
La personal y heterogénea producción artística de Maruja Mallo (Viveiro, Galicia, 1902 – Madrid, 1995) difuminó los límites entre lo popular y lo vanguardista, entre estética y política. Fue una artista visionaria, que logró reflejar las preocupaciones de su época y anticiparse a muchas de las nuestras. La universalidad de las aspiraciones humanas, más allá de diferencias económicas, raciales o de género; la consideración del mundo como un sistema ecológico interrelacionado que debe ser preservado; y el poder del arte para revelar aspectos desconocidos de la realidad, son ejes fundamentales de su obra.
Comisariada por Patricia Molins, miembro del Departamento de Exposiciones Temporales del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, esta exposición contará con obras de colecciones como el MNCARS; el Art Institute of Chicago; el MNAM Centre Georges Pompidou, en París; el Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo, en Uruguay; el Museo Benito Quinquela Martín y el Museo de Arte Latinoamericano, ambos en Buenos Aires; el Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo, en Santa Fe (Argentina); la Asociación Colección Arte Contemporáneo – Museo Patio Herreriano, en Valladolid; el Museo Provincial de Lugo, así como de otras importantes colecciones particulares -nacionales e internacionales- que permiten un completo análisis de la trayectoria de la artista. La muestra, además, irá acompañada de una publicación, en español e inglés, coeditada entre la Fundación Botín, el MNCARS y la editorial This side up, que incidirá en los aspectos telúricos, teatrales y en las bases teóricas del trabajo de la artista. Se ilustrará con las obras de la exposición e incluirá nuevos textos de la investigadora argentina Alejandra Zanetta, la artista y escritora estadounidense Johanna Hedva, la propia comisaria, así como escritos propios de la artista, algunos de ellos inéditos hasta la fecha. El catálogo incluye, asimismo, una biografía de Mallo escrita por Juan Pérez de Ayala, uno de los principales y más tempranos estudiosos de su obra.
La mujer como protagonista
Mallo inició su trabajo en el periodo de crisis económica previo a la Guerra Civil, en el que artistas e intelectuales mostraron un fuerte compromiso social y estético para regenerar el país y sacar al arte de la confusión posterior de las primeras vanguardias. En un contexto de entreguerras, en el que las artistas tuvieron que construir su imagen como artistas y como mujeres modernas, activas y profesionales, Mallo hizo a la mujer protagonista de sus cuadros, creando una cosmovisión femenina inédita desde el punto de vista de la mujer moderna. En su obra crea una épica femenina inexistente en épocas anteriores, en las que el imaginario femenino había sido construido por hombres, y que se anticipa a la de las artistas feministas de los años setenta.
Mallo encontró en el colorismo alegre e ingenuo del arte popular y en el dinamismo de las nuevas formas de ocio —el cine, la música y el teatro— la fuente de inspiración para sus primeras obras. Ese interés por lo popular evolucionó en su obra hacia lo rural, la tierra y el trabajo del pueblo, incorporando la religiosidad sincrética, la mezcla de razas y los paisajes exuberantes en las pinturas que realizó durante su exilio americano, al que llegó tras el inicio de la Guerra Civil. En ellas, mantuvo la búsqueda que ya mostraban sus primeras obras por encontrar el orden y la medida como principios rectores de su pintura.
Su obra está organizada claramente en series, que mantuvo a lo largo de casi toda su vida, y que esta exposición ha adoptado. Los escenarios de Mallo se desplazan desde los barrios populares de Madrid a las tierras del extrarradio, para acabar en el cosmos, el no lugar por excelencia, profundizando en la cadena que une al ser humano con lo más lejano, la célula o el universo.
Recorrido en sala
Siguiendo un orden cronológico, el recorrido expositivo comienza con su paso por la Academia de San Fernando, donde Mallo estudia con profesores como Chicharro o Romero de Torres, cuya huella postimpresionista está presente en sus primeras pinturas. La publicación, en 1925, del libro “Realismo mágico”, de Franz Roh, marca a su generación al reintroducir el nuevo realismo (antinarrativo y de inspiración popular) como reacción frente al cubismo y la abstracción. Dos pinturas iniciales de la artista –Indígena (1924-1925) y Retrato de señora con abanico (hacia 1926), del Museo Provincial de Lugo- anuncian dos temas clave en su trayectoria: el interés por otras culturas y el retrato de la mujer moderna.
La muestra continúa con la serie Las verbenas (1927-1928), las primeras obras personales de Mallo que participan del debate -fundamental para la Generación del 27- sobre la relación entre vanguardia, arte popular, regeneración social y tradición. La composición, que parte de una división geométrica y simbólica del cuadro, se inspira en la relación entre figura y decorado del teatro popular, como el guiñol, y en el concepto cinematográfico de simultaneidad y superposición. En ellas se observan personas de clases y razas muy distintas retratadas burlonamente: mujeres disfrazadas de ángeles negros, reyes y magistrados de cartón piedra, teatrillos de toros y manolas, e intelectuales montados sobre cerdos que tiran de un tiovivo que les traslada a mundos alternos, como las pirámides del desierto o China.
Merece la pena destacar que esta es la primera vez en la que se reúnen las cinco escenas de verbenas desde que se expusieron en la revista de Occidente, en 1928, de las que destacan El Mago/Pim Pam Pum (1926), del Art Institute of Chicago, y Kermesse (1928), del MNAM Centre Georges Pompidou en París. Enfrentada a ellas, se expone la serie Cloacas y campanarios (1930-32) que, si las verbenas recogían la humanidad vital, en estas la figura humana solo aparece como huella o residuo, estando el foco de atención en la materia y sus diferentes texturas. Con pinturas como Tierra y excrementos (1932), del MNCARS, o El espantapájaros (1930), de una colección particular, Mallo se acerca al surrealismo para presentar una visión necrológica e inquietante de la naturaleza. Junto a estas, el visitante descubrirá sus Arquitecturas minerales y vegetales (1933), donde Mallo reduce a líneas o secciones anatómicas las figuras, al tiempo que concentra su atención en el tratamiento generoso de la materia pictórica, que aplica con texturas muy marcadas en un intento de romper la dicotomía entre figura y fondo, y dar protagonismo a ambos. Por su parte, en las Arquitecturas rurales (1933-1935) dibuja esqueletos o carcasas de silos, almiares y otras construcciones efímeras utilizadas para la cosecha de cereales, siendo de nuevo el resultado de un intento conciliatorio y paradójico: una tensión entre lo animado y lo inanimado -entre el rostro y la máscara-, que es uno de los rasgos más inquietantes y fascinantes de su obra. La materia es aún protagonista, pero sometida a la geometría, un proceso que culmina en las cerámicas, en las que la tierra cobra un valor constructivo y no destructivo, como en las obras reunidas en la serie Cloacas y campanarios.
Es en 1932, en París, donde la artista estudió escenografía y teatro. Allí conoció a Picasso y a Miró, y comienza a interesarse por el espacio como soporte tridimensional de la obra en lugar del plano pictórico. Su colaboración teatral más importante, la escenografía de Clavileño (1936), fue un ballet de Rodolfo Halffter que no llegó a presentarse en la Residencia de Estudiantes por el inicio de la Guerra Civil. Las fotografías de las maquetas del escenario y los figurines, que se presentan en la sala expositiva sobre la bahía, permiten entender la radicalidad de su propuesta. Están acompañados de una réplica del teatrillo, con figuras de cestería realizadas para esta exposición.
Mallo concibe sus fotografías como actos también teatrales, no solo las evidentemente performativas, como la serie de fotos con cráneos en la sierra madrileña, sino también aquellas en las que se representa con sus obras y otros elementos simbólicos: el compás, las mariposas (símbolo de la metamorfosis), mapas, y a ella misma identificada con su obra.
La exposición también dedica un espacio a La religión del trabajo (1937-1939), apreciándose imágenes arcaicas de diosas o damas oferentes, con el rostro rodeado por espigas o redes, como también se observa en la obra Canto de las espigas (1939), del MNCARS, o en La red (1928), de una colección particular. Con ellas inicia lo que considera “un renacimiento”, un nuevo clasicismo, entendiendo el arte como salvación frente al tiempo y la destrucción bélica. Como la propia Mallo expresó, la serie surge de su “fe materialista en el triunfo de los peces, en el reinado de la espiga”. En estas arquitecturas humanas, las manos -instrumento de trabajo y de contacto- no parecen capturar sino enlazarse con los peces y las espigas, con las redes y las hoces, compenetrándose con ellas y protegiéndose mutuamente. Es, en este momento, cuando Mallo comienza a utilizar una fuente de luz baja que incide lateralmente en las figuras. Se trata de una luz propia del inicio y final del día, ese momento híbrido de la aurora o el crepúsculo.
En los años cuarenta desarrolló Las Naturalezas vivas (1941-1943), que muestran una sugerencia clara de figuras femeninas, sensuales y coloristas, a través de composiciones con conchas y flores que representan el reino animal y el vegetal, como metáfora del cuerpo humano, y que parecen flotar sobre superficies terrestres y marinas lejanas. A partir de este momento, una de sus principales preocupaciones es la de incorporar en sus cuadros la cuarta dimensión siguiendo los hallazgos de la física contemporánea, que sustituye la concepción estática del espacio por una dinámica del espacio/tiempo. En pinturas como Naturaleza viva II (1941-1942), del Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo (Uruguay), o Naturaleza viva XII (1943), de la Fundación María José Jove, los elementos marinos atravesados por vegetales cobran un aspecto sexualizado y orgánico que recuerdan el origen común de la vida y el universo.
Esta exposición pone el foco en las obras producidas durante su exilio en Buenos Aires y sus viajes, a partir de 1937, por el Pacífico, Uruguay y, sobre todo, Brasil, donde Mallo conoce paisajes y poblaciones que le fascinan por su variedad física y su sincretismo cultural y racial. A partir de este momento, se propone crear un método sistemático de representación de una nueva humanidad, proponiendo ese concepto sincrético también como respuesta al racismo y al nacionalismo de los años treinta. En su búsqueda por incorporar espacios y tiempos circulares, presentes y eternos a la vez, representa cabezas, máscaras y acróbatas como formas simbólicas e idealizadas, partiendo de su creencia en el arte como visión perfeccionada de lo real, con una mirada hacia el futuro. Realiza primero unas cabezas estáticas en las que ensaya la fusión entre razas, entre razas y animales, y entre sexos, como por ejemplo La cierva humana (1948), del Museo Benito Quinquela Martín de Buenos Aires, y Oro (1952), de la Asociación Colección Arte Contemporáneo – Museo Patio Herreriano. Sus Máscaras, un contraste de emociones positivas y negativas, llevan la huella de los estudios sobre Freud que ella inicia en estos años. Muchas de ellas emparejan figuras intimidantes con otras que parecen perplejas, inhibidas, que pueden también estar en relación con su condición de exiliada, viviendo en dos mundos: el actual y el que ha abandonado.
En 1962 regresa a España, un viaje que llevaba planeando desde finales de los años cuarenta, y realiza sus últimas series: Moradores del vacío y Viajeros del éter. Mallo consideraba que sus viajes reales o imaginarios, cruzando los Andes y atravesando el Pacífico, habían sido experiencias levitatorias, de contacto con otras dimensiones supra humanas. Su interés por la ciencia, sumado a su interés por el universo (decía que al llegar a América había pasado de la geografía a la cosmografía), le llevan a culminar sus cambios de localización para crear espacios siderales infinitos; el círculo deja paso a geometrías serpenteantes, más complejas, como se puede observar en varias de las pinturas del MNCARS. Las figuras se convierten en seres transformados por procesos simbióticos o metamórficos que concilian el proceso evolutivo completo, de la célula a los animales y a las máquinas espaciales.
El recorrido expositivo finaliza con las obras que creó durante sus últimos años, cuando continúa con esas series y recupera motivos de sus diferentes épocas, que combina en dibujos o pinturas con un color marcadamente simbólico (gamas de azules, rojos y amarillos). Al mismo tiempo, Mallo se ha convertido en un personaje popular y en un importante representante de la Generación del 27, que justo ahora está volviendo del exilio. Recupera las viñetas que había realizado para las portadas de la Revista de Occidente -la más importante publicación intelectual anterior a la Guerra Civil- y realiza una serie de grabados (1979) que se muestran junto a esas portadas, además de testimonios fotográficos y audiovisuales de esa etapa.
Esta exposición está coproducida con el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, donde podrá verse del 7 de octubre de 2025 al 16 de marzo de 2026.