Lucía Bayón
MADRID, ESPAÑA, 1994
Lucía Bayón habla a los niños sobre su obra en Itinerarios XXVII
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]ella cumpliría
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]yo quiero
]poseer
]dijo
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Carson (2019; 2003)1
Hay una especie de contención que tiene algo que ver con querer mantener algo a medio camino demorado entre el no llegar a ser y el ya está perdido. Para llenar las manos como cuencos cuando se está de pie en la ducha, coloca las palmas abiertas hacia arriba, enfrentadas, pegados los meñiques a tu cuerpo. Las yemas de los dedos se tocan, las manos forman una suerte de contenedor que responde a la necesidad repentina de construir una piscina como prolongación de tu bajo vientre. Mientras entretienes la ilusión de retención, visualiza grandes estructuras hidráulicas a través de las cuales los líquidos viajan a por canteras de piedra, acequias y fuentes en jardines nivelados. Eventualmente, dependiendo del día y de la cantidad de desasosiego que necesites lavar, abre las palmas de las manos y deja que el agua fluya de nuevo dentro de la estructura de contención en la que tu cuerpo está temporalmente retenido, la ducha. Sigue el chorrillo de agua con la mirada hasta el desagüe, donde continúa un viaje que ya no puedes presenciar. Entonces recuerda: los agujeros son el comienzo. Déjalos abiertos.
El verano pasado fui invitada a realizar una intervención en una antigua fortaleza rehabilitada como espacio expositivo, con paredes de piedra recubiertas de mortero calcáreo. Falta de un plan de acción claro y tratando de pasar desapercibida, me encontré con las manos llenas de un material informe. Una masa de fibras húmedas. Ejercité el no hacer nada y mentir al respecto a todo el que me preguntaba cuáles eran mis intenciones. No tenía ninguna.
Amasar seduce por la paradoja que propone. Es una creencia común que las cosas se ablandan al tacto. Es amasando lodos, conglomerados de pulpa húmeda y resbaladiza, incluso palabras, que las sustancias se endurecen y aumentan su presencia, toman forma.
Terminé presionando pulpa húmeda en las paredes de la habitación donde me encontraba, acomodándome a las esquinas, las juntas en el techo, los marcos de las ventanas. Mantuvo firmeza durante un par de horas, así que me fui. Cuando regresé a la mañana siguiente, la pulpa semi-endurecida, había comenzado a deslizarse muy lentamente dejando un rastro tras de sí como si de una babosa gigante se tratara, hasta llegar al suelo y desmoronarse por completo. La caída llegó con una sensación de derrota total. Meses después, al contar esta historia varias veces, con cada narración alcanzaba otro momento de realización. La pulpa impregnó la capa de cal que cubría la mampostería, supuesta encargada de prevenir la eflorescencia, al evitar el paso del agua dentro de la superficie. Quedó una mancha indeleble de residuos cristalizados de fibras húmedas en descomposición con rebordes teñidos de un verde amarronado y blanquecino. Al tratar de sanear la pared las yemas de los dedos se me arrugaron secas como cuando se sale del mar y me quedé con el rastro de un proceso que permanece fijo dentro de su colapso.
1 Carson, A. (2019). Si no, el invierno. Fragmentos de Safo. (Luque, A., Trad.) Vaso Roto Ediciones. (Fecha original publicación 2003)
I.Ritmo relativamente estable
Pienso mucho en la repetición. Repetición de movimiento, de gesto, también de formas. La repetición implica un cierto nivel de terquedad, creo. La terquedad normalmente implica una propensión a la inmovilidad en la propia posición, una cierta fijación.
En el análisis del desarrollo histórico de las ciencias de fluidos y el movimiento hidráulico se expanden las nociones de flujo, pliegue y campo de circulación. El flujo es la presunción de un fluido en movimiento como un continuo, definido por una no unidad y una no totalidad. En una realidad compuesta por flujos continuos, el pliegue es la redirección de un flujo hacia sí mismo en un bucle, es decir, el pliegue es la unión de flujos. Comprende las repeticiones superpuestas que culminan en la percepción de un estasis, un momento de estancamiento, de arresto. La base conceptual de la circulación es que es una estructura dinámica de múltiples pliegues que sigue cambiando a un ritmo relativamente estable.
IV. Inclinaciones
Un bloque de tierra sólida. Me arremango y paso un día entero escarbando el bloque. El método es sencillo. El agua como gran aliada. Cubro la mesa y el suelo con bolsas de plástico, deposito el bloque, y vierto un cubo de agua encima. Una vez que está empapado y el agua ha penetrado hasta todos los estratos, comienzo a rascar.
En contra de la rectitud. El cuerpo sometido una posición mantenida. Rodillas flexionadas, o dobladas del todo, lumbares activas. Figuración de dos cuerpos en su relación recíproca: inclinación. La inclinación no es un estado constante, es una pendiente, una disposición hacia el encuentro. Al nivel de las suelas o al nivel de los ojos. Algo que ver con elevarse de cuclillas desde el suelo. He prolongado el estiramiento tanto como he podido, casi mordiendo el hombro, ahora se ha acabado el verano y toca trabajar la temporada baja.
Al principio las manos se mueven lentamente, eventualmente los arañazos ganan velocidad, seguidos de un cepillado incesante, limpiando polvo, hasta que finalmente todas las grandes civilizaciones fueron desenterradas en la mesa de la cocina. La arqueología es la disciplina que estudia la acción de desenterrar elementos que se vuelven a sumergir en una circulación de códigos y jerarquías preexistentes que han quedado preestablecidos hace mucho tiempo. No me interesa participar en afianzar jerarquías pero sí en rascar revertir y alterar el estado de las cosas. Coge la pala, es hora de ponerla a trabajar.
Pensando en la certeza del tacto y en las manos que han aprendido a moverse como vehículos de un conocimiento adquirido, pienso en el alcance de las mías y en cuál es la perspectiva desde la que mejor se llega a comprender las cualidades de una cosa. ¿Es al fabricarla, observarla, utilizarla? Qué se puede construir y qué se saca del mundo tal cual es, qué hay en despojar algo de un contexto, qué hay en decantar ese despojo. ¿Prevalece la forma, la materia, la función, el contorno, su imagen, el movimiento, la esencia de la cosa? Decantar me devuelve a la cocina y a la elaboración de salsas. Un resultado exitoso se basa en una cocción a fuego muy lento, justa, ni más ni menos, suficiente salsa para todos.
VII. Bocamanga
La camisa es torpe en sí misma. Incluso cuando no está colgada o puesta, la tela guarda en sí misma una noción inconfundible de camisería. Tantas posibilidades pero tan icónica, que requiere muchas capas de deconstrucción para ser abstraída de su correlación antropomórfica inmediata. La encarnación está trabajando aquí como una fuerza más que como una mera proposición. Recuerda las palabras de Gertrude: “Tela suficiente es bastante y de sobra, casi más basta para ello y si además no se extiende tal vez tenga el suficiente espacio. Cualquier ocasión enseña la mejor manera.”2 La tela no es mero accidente, es la respuesta a una primera necesidad: cubrirse. Luego aparece el ejercicio compositivo de elementos de auto-ordenación, y el cuerpo será el lugar sobre el cual se ejerce el acto de investidura. Los constructos —auto-impuestos, de conducta, de posicionamiento— se pueden estirar y estirar. Como cuando la tela se abatana entre calandrias de metal caliente, que compactan y la alisan. Tela tan tensa que si no se saca del engranaje mecánico textil, se rasga, se rompe. Como componer una oración. Mirando patrones de vestimenta antes de ser confeccionados o una vez han sido descosidos, cabe preguntarse qué se puede lograr con la mínima sintaxis, qué puede surgir entre los huecos y sus vestidos. De vuelta a la confección. Este es un camino de ida y vuelta. Es el principio básico del concepto de trama—narración/tejido—. Se sigue un patrón delineado, se mantiene el pulso constante y se cose a lo largo de la línea de la sisa, pero las puntadas siempre ofrecen la posibilidad abierta del retorno, del redondeo. Una manga puede ser muchas cosas cuando se descose y abstrae de la presunta totalidad funcional de una camisa. Embudo decantador, atajo para la muñeca, manga pastelera. Ni envoltorio ni vaina, anuncia la ilusión de un entrar y un salir.
2 Stein, G. [1914] 2011. Botones blandos. (Pujals Gesalí, E. Ed.) Abada Editores. (Fecha original publicación 1914)
V. Temple
Intencionalmente sostengo varias cosas a la vez, las tomo en mis manos, las sumerjo en baldes, las dejo en remojo para que se hidraten. Guardo otras en frascos de cristal donde permanecen macerándose, a veces las saco y me las meto en la boca, luego me lamo los dedos. Estoy parada. Ni trago ni escupo, sigo masticando. Estoy masticando y un deseo está tomando forma.
El temple es una cualidad referida al punto de dureza o elasticidad que algunos materiales pueden adquirir al ser trabajados, producido por cambios bruscos de temperatura durante su manipulación.
Hablo desde el lugar de la fuga. Entre la forma y la falta de la misma. Me estoy endureciendo, templando. Veo cómo los ingredientes se tornan amargos mientras hay una fuerte corriente que rezuma a algo que se empieza a pudrir. Se voltea, se mezcla una y otra vez. Estoy articulando esta terquedad no sólo como una cualidad de resistencia y ciertamente no como una posición de inmovilidad: sino como el rechazo de las palabras y los materiales a permanecer fijos. Y como un tamiz que permite correr el flujo y arresta los elementos de más tamaño en estasis, eventualmente se pueden encontrar puntos de confluencia que se solidifican como cúmulo empastado por un tiempo.