Ana Santos
ESPINHO, PORTUGAL, 1982
Ana Santos habla a los niños sobre su obra en Itinerarios XXVII
Una figura se alza ante nosotros: su presencia en el espacio está organizada en torno a un eje vertical. La figura nos invita a rodearla. Nos acercamos y comenzamos a observar: se trata de una figura más bien sobria, cuyos ropajes y alargadas proporciones nos recuerdan una columna jónica.
El auriga luce una larga túnica que desciende hasta los tobillos. El dobladillo corta en línea recta los pliegues, formados con precisión arquitectónica. Las ondulaciones verticales de la parte inferior de la túnica acentúan la verticalidad de esta figura autónoma. Bajo sus vestiduras, la firme posición de los pies soporta una delicada torsión del cuerpo.
Un amplio cinturón ciñe la túnica por encima de la cintura, dividiendo la figura en dos partes: el brazo derecho está flexionado y la mano sujeta una parte de las riendas. Dos cintas sobre los hombros hacen de tirantes y se entrecruzan en la espalda, impidiendo que la prenda se mueva al viento.
Ahora la atención se centra en el rostro de la figura, coronado por una cinta plateada. Sus ojos están hechos de piedras semipreciosas; y unos filamentos de cobre dibujan las pestañas. La figura resplandece.